martes, 6 de marzo de 2007

El Club de los Cinco (John Hughes, 1984)

Un amigo de adolescencia me había hablado en cierta ocasión de ella, pero no fue hasta que la vi reflejada en uno de esas listas estilo “las 1000 mejores películas” cuando me decidí a verla como fuese. Este amigo y servidor solían (y suelen) imaginarse como futuros guionistas de televisión, en busca de ideas para la serie que supusiera una revolución en el panorama nacional; las tramas elucubradas eran siempre algo dispersas, pero el elemento común era el deseo de tratar la realidad de los adolescentes y su entorno de forma totalmente diferente a lo que hasta entonces se hubiera hecho. Por eso, cuando por fin pude ver el film de John Hughes, me sorprendí al comprobar que en ella habitaban muchas de las cualidades que por entonces anhelábamos.
“El Club de los Cinco” es a las películas de adolescentes anteriores a los 80 lo que “Scream” al cine de terror/psychokiller; una vuelta de tuerca metalingüística a través de la cual, por medio de elementos perfectamente reconocibles y sin perder el sentido del entretenimiento, sacar a la luz temas de eterna actualidad, ya sean los problemas intra e inter-generacionales o el miedo como factor inherente a la vida en sociedad, respectivamente.
Siento curiosidad por saber cómo habría contemplado a mis 16 o 17 años esta historia de cinco chavales castigados por un profesor a pasar la jornada del sábado en el instituto. Como supongo que nunca alcanzaré a saberlo, sólo puedo hacer caso a lo que sentí viéndola, ahora a mis casi 25 primaveras. Una mezcla de añoranza y distanciamiento... a la vez que unos deseos bárbaros de poder estar allí con los protagonistas: enamorarme como lo hace el “deportista”, redimirme como el “gamberro”, liberarme como la “chica rara”, llorar como el “empollón”, o reconocer mis debilidades como la “princesa”.
La voz en off que acompaña la última escena explica de un modo sencillo pero extremadamente poético aquello del “todos somos iguales, todos somos diferentes”, y supone una bofetada llena de aire fresco para el rincón de nuestra conciencia más apegado a los estereotipos y etiquetas. Confieso que nada más aparecer los títulos de crédito ¡rompí a aplaudir!, sólo como estaba en la habitación, pero orgulloso como pocas veces tras haber visto una película.

Para los que aseguran que “esta juventud ya no es lo que era”
Lo mejor: el último plano.
Lo peor: no saber qué ocurre tras aquel sábado.

“The Breakfast Club” (1984). Dir.: Jon Hughes. Intérpretes: Judd Nelson, Ally Sheedy, Molly Ringwald, Anthony Michael Hall, Emilio Estévez, Paul Gleason, John Kapelos.

No hay comentarios: