martes, 6 de marzo de 2007

Atrapado por su pasado (Brian de Palma, 1993)

Hay películas que disfruto en cada revisión, que me emocionan y sorprenden como si fuera la primera vez. “Atrapado por su pasado” es una de ellas, aparte de ser mi película preferida de Brian De Palma, ese director del que suele decirse genera cariños y odios a partes iguales.
Un Al Pacino en estado de gracia interpreta al protagonista, un antiguo traficante que tras salir de la cárcel decide reunir el dinero suficiente como para retirarse en una isla paradisíaca alquilando automóviles, y que a su vez intenta recuperar el amor de la mujer a la que destrozó el corazón, y a quien da vida una esplendorosa Penélope Ann Miller. En su camino se cruzarán antiguos amigos, compañeros de fechorías y toda suerte de personajes a uno y al otro lado de la ley que irán reduciendo por una u otra causa las esperanzas para un final feliz.
Decía antes que
“Atrapado por su pasado” es mi película favorita de De Palma, y quizás sea porque en esta trama de amores imposibles y amistades mal entendidas su característico sentido del ritmo y su habilidad para hacer arte con los movimientos de cámara son más que nunca una forma de reforzar la historia, y no un conjunto de elementos con vida propia como puede parecer durante el visionado de otras de sus obras. A ello se unen el formidable trabajo de todo el elenco, y un guión de David Koepp que ojalá recupere aquella energía de entonces para la nueva entrega del hombre del látigo.
Hay películas que disfruto en cada revisión, que me emocionan y sorprenden como si fuera la primera vez; a pesar de que conozco el final, y sé que volveré a llorar.

Para los que creen que virtuosismo y emoción no pueden ir de la mano.
Lo mejor: la última media hora hasta el clímax final, por derecho propio entre lo mejor del cine de los 90.
Lo peor: no acercarse a ella por miedo al De Palma más “Fatalle”.

“Carlito’s Way” (1993). Dir.: Brian de Palma. Intérpretes: Al Pacino, Penélope Ann Miller, Sean Penn, John Leguizamo, Viggo Mortensen.

El Club de los Cinco (John Hughes, 1984)

Un amigo de adolescencia me había hablado en cierta ocasión de ella, pero no fue hasta que la vi reflejada en uno de esas listas estilo “las 1000 mejores películas” cuando me decidí a verla como fuese. Este amigo y servidor solían (y suelen) imaginarse como futuros guionistas de televisión, en busca de ideas para la serie que supusiera una revolución en el panorama nacional; las tramas elucubradas eran siempre algo dispersas, pero el elemento común era el deseo de tratar la realidad de los adolescentes y su entorno de forma totalmente diferente a lo que hasta entonces se hubiera hecho. Por eso, cuando por fin pude ver el film de John Hughes, me sorprendí al comprobar que en ella habitaban muchas de las cualidades que por entonces anhelábamos.
“El Club de los Cinco” es a las películas de adolescentes anteriores a los 80 lo que “Scream” al cine de terror/psychokiller; una vuelta de tuerca metalingüística a través de la cual, por medio de elementos perfectamente reconocibles y sin perder el sentido del entretenimiento, sacar a la luz temas de eterna actualidad, ya sean los problemas intra e inter-generacionales o el miedo como factor inherente a la vida en sociedad, respectivamente.
Siento curiosidad por saber cómo habría contemplado a mis 16 o 17 años esta historia de cinco chavales castigados por un profesor a pasar la jornada del sábado en el instituto. Como supongo que nunca alcanzaré a saberlo, sólo puedo hacer caso a lo que sentí viéndola, ahora a mis casi 25 primaveras. Una mezcla de añoranza y distanciamiento... a la vez que unos deseos bárbaros de poder estar allí con los protagonistas: enamorarme como lo hace el “deportista”, redimirme como el “gamberro”, liberarme como la “chica rara”, llorar como el “empollón”, o reconocer mis debilidades como la “princesa”.
La voz en off que acompaña la última escena explica de un modo sencillo pero extremadamente poético aquello del “todos somos iguales, todos somos diferentes”, y supone una bofetada llena de aire fresco para el rincón de nuestra conciencia más apegado a los estereotipos y etiquetas. Confieso que nada más aparecer los títulos de crédito ¡rompí a aplaudir!, sólo como estaba en la habitación, pero orgulloso como pocas veces tras haber visto una película.

Para los que aseguran que “esta juventud ya no es lo que era”
Lo mejor: el último plano.
Lo peor: no saber qué ocurre tras aquel sábado.

“The Breakfast Club” (1984). Dir.: Jon Hughes. Intérpretes: Judd Nelson, Ally Sheedy, Molly Ringwald, Anthony Michael Hall, Emilio Estévez, Paul Gleason, John Kapelos.